di Pedro R. Rodríguez López S.I.
Abstract
L’articolo analizza una importante indagine condotta dal gesuita Jerónimo Nadal tra il 1561 e il 1567, rivolta a diverse comunità gesuitiche in Europa. L’obiettivo principale è quello di esaminare le domande e le risposte raccolte, per comprendere come si stesse formando la Compagnia di Gesù nei suoi primi anni e quale fosse il profilo dei membri interessati a seguire lo stile di vita del fondatore, Ignazio di Loyola.
Attraverso un questionario composto da 133 domande, Nadal ha cercato di conoscere meglio i membri della Compagnia, evidenziando l’importanza delle relazioni interpersonali all’interno dell’ordine. Le risposte, conservate nell’Archivio Romano della Compagnia di Gesù, offrono una preziosa testimonianza sulla vita e le esperienze dei gesuiti dell’epoca, contribuendo a delineare la storia e l’evoluzione della Compagnia.
L’articolo sottolinea anche il ruolo cruciale di Nadal come mediatore e promotore del carisma fondazionale, evidenziando la sua capacità di unire le diverse generazioni di gesuiti e di trasmettere i valori essenziali della Compagnia. La ricerca si propone non solo di presentare i risultati dell’indagine, ma anche di offrire una chiave di lettura per comprendere meglio la storia della Compagnia di Gesù e il significato delle sue pratiche spirituali e comunitarie.
El artículo analiza una encuesta importante realizada por el jesuita Jerónimo Nadal entre 1561 y 1567, dirigida a diversas comunidades jesuitas en Europa. El objetivo principal es examinar las preguntas y respuestas recopiladas para entender cómo se estaba formando la Compañía de Jesús en sus primeros años y cuál era el perfil de los miembros interesados en seguir el estilo de vida del fundador, Ignacio de Loyola.
A través de un cuestionario compuesto por 133 preguntas, Nadal trató de conocer mejor a los miembros de la Compañía, destacando la importancia de las relaciones interpersonales dentro de la Orden. Las respuestas, conservadas en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús, ofrecen un valioso testimonio sobre la vida y las experiencias de los jesuitas de esa época, contribuyendo a delinear la historia y evolución de la Compañía.
El artículo evidencia también el papel crucial de Nadal como mediador y promotor del carisma fundacional, destacando su capacidad para unir a diferentes generaciones de jesuitas y transmitir los valores esenciales de la Compañía. La investigación tiene como objetivo no sólo presentar los resultados de la encuesta, sino también ofrecer una clave para comprender mejor la historia de la Compañía de Jesús y el significado de sus prácticas espirituales y comunitarias.
Keywords
Indagine, Comunità, Carisma, Relazioni interpersonali, Stile di vita.
Investigación, Comunidad, Carisma, Relaciones interpersonales, Estilo de vida.
1 Introducción
Hace 500 años, en medio de una escaramuza, durante el sitio de una ciudad que simbolizaba un reino, Ignacio de Loyola defiende, nunca mejor dicho a capa y espada, los ideales que ha ido cultivando durante su adolescencia y su infancia. Mientras que las tropas imperiales están intentando sofocar Castilla, los franceses han aprovechado para apoyar la reclamación de los Albret sobre Navarra. Una bala, una herida, la derrota… son los acontecimientos que ponen en marcha un proceso de búsqueda, lucha y cambio existencial, que cristaliza en 1540 con la aprobación de la Compañía de Jesús por Pablo III, mediante la bula Regiminis militantis Ecclesiae.
La vida de Ignacio es la historia de la formación de un proyecto que le excede, que le va a superar en el tiempo y que va a implicar a un alto número de personas e instituciones. Condicionará la cultura, el arte, la política, la educación, la espiritualidad, y sobre todo va a influir en las decisiones vitales de muchos hombres y mujeres que, han hecho uso de sus claves para definir su presencia en este mundo.
El proceso de fundación de la Compañía de Jesús está marcado por hitos importantes, se puede decir que la orden va naciendo, Pamplona, Manresa, Salamanca, Alcalá, Jerusalén, Paris, Venecia, Roma, son lugares que tienen adheridos acontecimientos, que van reuniendo a un grupo de personas, aunando los ánimos, las convicciones, los proyectos, las vidas… La primera y la segunda generación de jesuitas se han constituido entorno al fundador, han sido marcados por él. Pero también han tenido el privilegio de influir en su vivencia, conformando el carisma fundacional, Espíritu en ebullición que no reside en leyes, si no en la coherencia de una existencia, en apertura constante a la voluntad de Dios.
La aprobación de la orden en el comienzo del ánimo renovador de la contrarreforma, las primeras misiones en los territorios de ultramar, el desarrollo de ministerios y la fundación de colegios, va a provocar que el número de miembros se multiplique en muy poco tiempo, antes incluso de tener preparadas unas constituciones. Eso va a poner a los primeros jesuitas ante el reto de entregar el carisma a una tercera generación que no ha conocido al fundador, y por lo tanto no ha discutido con él sus proyectos. Los generalatos de Diego Laínez y Francisco de Borja, los esfuerzos de personajes como Juan Alfonso de Polanco y Luis Gonçalves da Câmara van a ser cruciales para condensar y trasmitir el carisma, edificando contrafuertes que sirvan a las generaciones venideras. En este trabajo de solidificación encontramos también a Jerónimo Nadal, el cual recorrió las comunidades de reciente fundación repartidas por media Europa, con las que fue platicando sobre las normas y las costumbres, sobre cómo vivir y ser jesuita. Para afinar en esta tarea de trasmisión, realizó una encuesta a estos nuevos integrantes que aun hoy conservamos en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús, colecta que es razón de estas páginas.
Esta encuesta, Responda ad interrogationes Patris Nadal[1], realizada entre los años 1561 y 1569 hace las veces de Examen general[2], a todos aquellos que fueron admitidos en la Compañía de Jesús antes de la promulgación de las Constituciones. Pero cuenta también con la aspiración de unir a sus miembros a través del conocimiento de sus vidas.
La pretensión de este trabajo es presentar e introducirnos, haciendo un primer acercamiento a este documento. Páginas poco citadas y que aún hoy no han sido objeto de un estudio en profundidad. Su relevancia la vemos en la riqueza de su muestra, por ser más de mil los encuestados, en la antigüedad de la misma y en que nos proporciona datos bastante fiables de los miembros de esta orden religiosa que comienzan a aglutinarse en las primeras décadas de su fundación. Por lo que, acercarnos a ella nos puede posibilitar claves de lectura para entender la historia de la Compañía de Jesús.
2 El redactor y el documento
“Me gustaría mucho visitaros, por si os puedo comunicar algún don espiritual que os fortalezca, o más bien, para sentir entre vosotros el mutuo consuelo de la fe que compartimos”. (Rm 1,11-12).
Para entender un trabajo hay que detenerse a contemplar antes al responsable de tal labor. El P. Nadal es una suerte de san Pablo para la Compañía de Jesús. Conoció a Ignacio y a los primeros compañeros en Paris durante sus estudios de teología, compartía con el de Loyola al mismo confesor, el P. Manuel Miona[3]. Ignacio intentará acercarse al mallorquín, pero este le rehuirá en distintas ocasiones hasta llegar a decirle señalando las Sagradas Escrituras: “este es el libro que quiero seguir”. Más tarde cuando Carlos V invade Provenza tanto Nadal como Ignacio y sus compañeros abandonan la ciudad del Sena, seguramente por su filiación española. Nadal escribe entonces en sus apuntes autobiográficos: “Nada en absoluto supe ya de ellos, ni pensé más en ellos, ni pregunté por ellos”.[4]
Después de doctorarse en teología, el camino de Damasco le llegaría por la apatía y la falta de sentido que experimentaba tras haber obtenido una serie de beneficios en su ciudad natal[5]. La lectura de una de las cartas que envía Francisco Javier desde Cochin a sus compañeros de Roma[6] le hizo recobrar el ánimo, haciéndole exclamar “esto va de veras”. Nadal confía en los sentimientos de ilusión y alegría profunda, que le supone pensar en adentrarse a vivir desde esta nueva forma de espiritualidad que acaba de irrumpir en la Iglesia. Esto le hace disponerse a dejar sus funciones e ingresar en la Compañía de Jesús.
Desde 1545 hasta su muerte en 1580 va a desarrollar distintas tareas que nos van a mostrar a un hombre creativo y polifacético, un hombre que se va construyendo entorno a la misión. Su vida estuvo marcada por actuaciones relevantes, funda y estructura el colegio de Mesina, ejerce cargos de gobierno como el de vicario general, participa como teólogo en el Concilio de Trento y en la Dieta de Augsburgo[7]… Entre otras cosas podemos llegar a decir que su audacia salva la congregación cuando, a la muerte de Ignacio, Bobadilla plantea que el gobierno debe pertenecer a los primeros padres, en esto Nadal se cierra en banda y solo reconoce a Ignacio como fundador, lo que posibilita una transición conforme a derecho por medio de la Congregación General[8].
Quizás uno de los acontecimientos más relevantes con respecto al documento que nos ocupa fue cuando, en 1547 Ignacio de Loyola llama al P. Polanco, secretario de la Compañía, a Roma para redactar las Constituciones, permitiendo que Nadal estuviera presente en sus conversaciones. Esto hace que el P. Nadal sea el encargado de propagar las Constituciones por toda Europa, visitando casa por casa. Durante los generalatos de Diego Laínez y Francisco de Borja, sus continuos viajes le permiten conocer a casi todos los jesuitas europeos, lo que le posibilita imprimirles ese espíritu de cuerpo, tan presente en las Constituciones, a través de sus pláticas[9] y de sus encuentros personales.
Su figura ha sido elogiada a lo largo de los años, incluso ha sido llamado el segundo fundador de la Compañía. Quizás porque supo desempeñar como nadie una gran capacidad de mediador. Mediador en las Dietas alemanas, mediador en Trento, mediador en las Congregaciones Generales, pero sobre todo mediador entre el carisma fundacional y sus compañeros, este es quizás el gran regalo que Jerónimo Nadal le entrega a esta orden religiosa y entre otras cosas es lo que posibilita la rapidez de la articulación del Instituto de la Compañía de Jesús.
Tenemos que pensar que, esta tarea de unir y articular llevada a cabo por Nadal es vital, ya que la Compañía desde sus comienzos combina un marcado carácter académico y sacerdotal, con un intenso deseo de disponibilidad. Lo que lleva a que sus miembros pasen gran parte del tiempo en dispersión, a la intemperie, lejos del calor comunitario. Esto les es posible gracias al vínculo que establecen por medio de la obediencia, que para Ignacio era donde más se tenía que distinguir la Compañía[10].
Unido a la obediencia, para poder formar ese espíritu de cuerpo[11], tiene que darse el afecto. Pero para que se pueda dar la fraternidad y se pueda dirigir la orden con acierto, los primeros jesuitas observan que algo esencial es que se tenga conocimiento de cada uno de los miembros. Este saber los unos de los otros, se ha de favorecer tanto en el trascurso de la vida dentro de la orden como antes de formar parte de ella.
Jerónimo Nadal se da cuenta de la importancia, de la necesidad de conocer a cada jesuita, a cada súbdito, ya que la Congregación no son las Constituciones o las bulas sino las personas. Durante su estancia en Oporto como comisario general[12], Nadal se encuentra con una comunidad que está pasando dificultades, para conocer bien lo que ocurre y poder enviar a cada uno a desarrollar una tarea que se adecúe a sus cualidades, Nadal elabora un sistema que consta de dos cuestionarios, el primero de treinta preguntas, que debían ser contestadas por escrito y un segundo de treinta y dos que eran la base de una entrevista que cada miembro de la comunidad tendría con el comisario en privado y total secreto[13].
Estos cuestionarios fueron adaptados en sus otras visitas, tanto para España y Portugal, como para otras partes de Europa. Se conservan unas 1.800 respuestas en buen estado. De todas ellas encontramos los documentos originales en el ARSI, junto con un índice y una copia manuscrita del siglo XIX.
Los encuestados según este índice fueron 1.363, sus respuestas dadas por escrito se conservan encuadernadas en cuatro tomos, ordenados por orden alfabético según el nombre. Preceden a las respuestas unas copias de las preguntas, tanto las comunes como las de tipo específico, que debían ser rellenadas por el individuo según el cargo o grado al que perteneciera dentro de la orden. Así, hay preguntas específicas para los provinciales, los profesos, los maestros, los coadjutores temporales, los coadjutores espirituales, los ministros, los escolares, los consultores y para los procuradores de colegios y casas. Por lo tanto, debemos tener en cuenta que una sola persona puede haber tenido que contestar a uno, dos o hasta tres cuestionarios distintos.
Las respuestas están realizadas según la persona y el lugar de procedencia en español, latín o portugués. Normalmente por propia mano del encuestado a no ser que este no supiera escribir, en cuyo caso otro cumplimentaba por él. Lenguas y caligrafías se mezclan en este documento que presenta un estado de conservación excelente, apreciando su época y las peripecias del archivo jesuítico.
3 Preguntando por un ideal
“La uniformidad limita, la variedad dilata”[14].
Vamos a acercarnos a la redacción y formulación de las preguntas, para ello hay que tener en cuenta que, sumando los distintos cuestionarios, el general y los particulares, encontramos 133 cuestiones. Suelen ir escalonadas desde lo más cotidiano a lo más íntimo, aunque no necesariamente se guarda este orden y como se puede observar en las transcripciones realizadas en el Anexo 2, los temas entran y salen de forma más sistemática o más caótica[15].
Observemos primeramente el cuestionario de preguntas comunes. Quizás este es el que cuida más el orden y la redacción. Las razones de esto pueden ser tres: en primer lugar, es el cuestionario más antiguo, recordemos que ya está presente en esa primera batida que hace en el reino luso. Además, son las cuestiones que van dirigidas a todos los súbditos. Por otro lado, estas preguntas son compartidas y extraídas del Examen general de las Constituciones.
Este primer interrogatorio consulta sobre diversos temas, podríamos decir que las tres primeras preguntas son de carácter general, edad, nombre, procedencia. Le seguirán otras sobre su familia, estas no son meras curiosidades, lo que está detrás es que el individuo muestre si tiene cargas familiares, pues de alguna manera estos son impedimentos o dificultades para entrar o permanecer en la Compañía. A estas le sigue una sobre cargas económicas personales, lo que reportaría los mismos problemas.
Continúan las preguntas que constituirían impedimentos y dificultades, sobre la vida antes de entrar, si ha dado palabra de matrimonio o hecho algún voto y si tiene alguna enfermedad. Entremezcladas con estas cuestiones encontramos únicamente tres de explícito sentido espiritual: sobre las dificultades, sobre las inclinaciones o deseos que tiene y sobre las consolaciones y dones recibidos. Después aparece una batería de trece preguntas sobre la vida dentro de la Orden. En estas se hace especial hincapié en la obediencia y en la observancia de preceptos y reglas.
El último interrogante, versa sobre las misiones a las cuales el sujeto se siente llamado dentro de la Compañía. En ella hace mención directa de los encargos pontificios que, en ese momento, tanto el Papa como el rey de Portugal habían encomendado a los jesuitas, la India y la cuestión alemana. Esta es una pregunta de especial relevancia, ya que, el carisma ignaciano está estrechamente unido a la acción misional. De tal manera que, de las respuestas sobre este tema van a darse actuaciones y destinos que, darán a la Compañía gran popularidad. Hasta el punto de que Pío V llego a decir: “La Compañía ha llegado como providencia de Dios”.
En el resto de los cuestionarios las preguntas se intercalan inquiriendo sobre los mismos temas. Eso sí, intentando particularizar según a quienes vayan dirigidas, por ello encontramos siempre preguntas específicas sobre el oficio que desempeñan. Siguen cuestiones sobre el apostolado, la preocupación por las vocaciones, el cuidado espiritual y sobre la salud corporal.
Otras preguntas que pueden resultarnos interesantes son las que se preocupan de las tentaciones, como la que les hace a los profesos sobre si han tenido deseos de ser superiores. También encontramos otras sobre si han realizado algo, en el oficio o ministerio encomendado, que no debían. No se está refiriendo tanto a pecado como a mala práctica.
Como vemos, Nadal está pidiendo a los jesuitas que den razón de casi todo lo que se mueve en sus vidas, deseos, mociones, actos… Desde lo más mundano a lo más espiritual. En alguna ocasión nos puede parecer que el comisario general les está requiriendo una cuenta de conciencia por escrito. En parte lo está haciendo, pero no llega a tanto por quedar las preguntas abiertas en última instancia, lo que hace que se respete el fuero interno de cada persona.
Jerónimo Nadal desea saberlo todo y por el carácter de las cuestiones podemos adivinar que su fin está en gran medida en conocer a cada uno, pero sobre todo en acercarse a la problemática de la implantación de las Constituciones y las prácticas de la Compañía. Quiere de alguna manera tomarle el pulso a la máquina, para ver si este primer tiempo de rodaje lo está realizando adecuadamente. Por ello puede parecer que Nadal no esta tan interesado en lo espiritual como en los hechos particulares, en el hacer cotidiano. Conociendo cómo transcurre la vida de cada uno, puede hacerse una idea de cómo se está forjando cada provincia.
De la formulación de estas preguntas se extrae mucho de la personalidad de este padre y también de cómo él percibe la Compañía de Jesús[16]. Pues él entiende la vida dentro de la orden desde la meditación del Rey eternal[17] y de las Dos banderas[18]. Nadal intenta imprimir en la Compañía un espíritu de cuerpo en total dispersión, en peregrinación constante, en donde el jesuita tiene que disponerse a adquirir la capacidad de que todo en su vida sea contemplación, todo referido a ese Dios del Principio y fundamento[19]. Por ello en la mayoría de las preguntas encontramos verbos que parecen llamarnos al movimiento “si se ocupa, si ha hecho, si han visitado, si observa, si ha expandido, si ha dado, si han ejercitado, si están, si saben, si piensan, si hallan, si predica, si ha escrito… si sienten”.
4 Una aproximación a estos jesuitas
Teniendo en cuenta la profusión de encuestados y respuestas que encontramos en la colecta, así como la diversidad de tipos de preguntas, voy a intentar centrar este análisis en una mirada al aspecto vocacional. Tendré como referencia algunas muestras, adquiridas de los encuestados españoles, recogidas del original de archivo, sobre su filiación y estatus familiar. Combinándolo con los datos que aporta el artículo Why the jesuits joined de Thomas Cohen [20], así como la lectura que realiza John O´Malley de la selección transcrita por Monumenta[21]. El fin es elaborar un perfil del individuo que, decide entrar en la Compañía de Jesús en esos años, por medio, tanto de sus inquietudes o motivaciones religiosas, como de su procedencia social.
Estas primeras llamadas vocacionales están marcadas por la juventud y el deseo de entrega, pero también por un alto desconocimiento de la Compañía. En las motivaciones para la entrada tiene poca relevancia un posible futuro ministerial, como sacerdote, profesor, confesor o misionero. Muchos novicios conocían bastante poco el trabajo en la orden. Lo que parece les atrae hacia ella es verla como una alternativa ante las incertidumbres y turbulencias del mundo.
En sus respuestas casi nunca aparecen las principales misiones de los jesuitas en el s. XVI, la India, los infieles o Alemania. Por lo general, la respuesta vocacional es de carácter negativo, está más presente un “entre por” que un “entre para”. Atisbándose una visión del mundo como amenaza. Evidentemente una pasada sobre estas cuestiones puede llevarnos a postular, como lo hace Cohen, que la entrada de esta tercera generación de jesuitas fue provocada por el deseo de una fuga mundi. O´Malley expresa que los que habían entrado con frecuencia lo hacían para salvar sus almas, huyendo como decíamos arriba de los peligros del mundo. Continúa afirmando que la encuesta muestra que se sentían atraídos por la Compañía en lugar de por otras ordenes por la alegría, educación y afabilidad, por su entusiasmo, así como por el afecto que se tenían unos a otros.
En la actualidad puede parecernos extraño que esta primera motivación de huida del mundo tenga tanto peso en las respuestas que dieron estos jóvenes jesuitas. Extraño nos es también el lenguaje e incluso podríamos verlo erróneo hoy, desde el punto de vista de la Compañía, la entrada de personas con estas inquietudes. Por ello creo que es importante detenernos e intentar comprender esta motivación. Tenemos que profundizar en el espíritu y religiosidad del inicio de la modernidad. Comencemos por la palabra “mundo”, la cual no tiene hoy las mismas connotaciones, en el ámbito religioso, que pudiera tener en esta época. Generalmente la utilización que se hace de la palabra “mundo” en el ámbito del del s. XVI, en el contexto espiritual europeo y preferentemente español, es desde la concepción que se le da a esta palabra en algunas partes del Evangelio de san Juan[22], en donde “mundo” o “siglo” están en relación con el mal[23].
La teología cristiana en su tradición ha significado la palabra “mundo” con tres sentidos: El mundo es bueno en cuanto que es creación de Dios, ya que el mismo Dios así lo considero al concluir su obra. El mundo es malo en cuanto que, marcado desde el principio por el pecado, en él se encuentra el deseo de autosuficiencia y cerrazón del ser humano. Por último, la redención obrada por Cristo convierte a el mundo en un lugar de misión. Podemos decir que la espiritualidad ignaciana conserva estas tres direcciones, inscritas en el propio itinerario espiritual de Ignacio, ya que él recorrió estos tres momentos. Ignacio de Loyola fue en su juventud un hombre de mundo, mundo que concibió como honores y deleite, y que, defraudado por ello lo aparto para seguir a Cristo. Comenzando un itinerario en donde su mirada estaba puesta en un Dios “sin mundo”. Finalmente, el conocimiento de Dios que le aporta Manresa le hace ser enviado al mundo para encontrarse con Dios en esa realidad[24]. Por lo tanto, en lo que me gustaría incidir es que esa fuga mundi, de la que hablan algunos autores, en conexión con la historia del fundador, no sería tanto de un mundo material, en demanda de un desierto espiritual, como lo habían hecho otros y podían seguir encontrándolo en otras espiritualidades, sino de unas connotaciones negativas en pos de una búsqueda de autenticidad y sentido.
Esto, por si alguno de los encuestados tuviera dudas lo deja claro el P. Nadal, ya que es constante en él, la insistencia de que la vocación a la Compañía es el servicio y el beneficio de otros:
Quien quiere siempre oración, soledad; a quien agrada el rincón y huir de los hombres y el trato con ellos para aprovecharlos, no es para nuestra vocación. Para este tal hay cartujos y otras religiones de monjes que viven en sus monasterios, cuyo fin y vocación es eso[25].
Esta postura puede corroborarse por las obras, ministerios y probaciones que realizan ya desde el noviciado, las cuales quedan muy bien reflejadas en la cuestión 23 de las preguntas comunes, cuando se les pregunta a los encuestados por los lugares y las ocupaciones que han tenido en la Compañía[26]. En las respuestas a esta cuestión, encontramos cómo la mayoría de los jesuitas cambian con cierta frecuencia tanto de lugar como de dedicación. Una variedad de misiones que Nadal va a aprovechar en sus pláticas y cartas, para incidir en que los miembros de la orden han de conectar el trabajo con una vía meditativa que, conjugue la contemplación de la vida de Cristo con el deseo de servicio a los demás. Esta vía meditativa es la que va a conducir al sujeto hacia el fin de la Compañía, la salvación personal y el trabajo en la salvación de las demás animas[27].
Esto pasa así en la Compañía, siempre es tiempo de tratar con el prójimo, pelear contra los vicios, contra el mundo, contra el demonio. Y cuando no es tiempo de esto, es de orar, estudiar y de los otros ejercicios que veis en la Compañía, que todos son prepararse para la guerra. Y aun el comer y dormir, que son obras enderezadas a la necesidad del cuerpo, sirven para este fin y se han de enderezar a él[28].
Cuando los escolares son preguntados sobre su disponibilidad, inclinación e indiferencia ante las misiones, pregunta que aparece en el N.º 29 del cuestionario de preguntas comunes[29], encontramos respuestas que presentan una combinación entre los deseos y la humildad.
Adonde hiziese mas servitio a Dios nuestro seiior, alli tengo inchnation: aunque fuesse el cabo del mundo yria alla de buena voluntad; y tengo deseo de tener partes y suficientia con el favor divino para emprehender cosas dificiles y grandes, y que la obediencia me pusiese en ellas; pero aora no lo tengo, ni aun esperanza de tenerla quanto es de mi parte. En Salamanca[30].
Para la misma cuestión también es interesante la unión que algunos hacen de la misión con la mortificación.
Indiferencia para obedecer en todas las cosas que me mandaren en toda la vida. Tengo deseos de me mortificar[31].
De alguna forma los escolares se encuentran con la necesidad de dejar atrás todo aquello que han experimentado y no les conducía hacia una vivencia de Dios, todo ese mundo que notan no es propio del Bueno. Se aparejan para la misión, sabiendo que, si uno ha de trabajar por Cristo, primero ha de apartar de él por medio de oración y mortificación todo lo que le separe del sumo Capitán. Por ello piden que les asista la gracia en esta tarea y no les importa el pensar que, les va a llevar toda la vida librarse de afecciones desordenadas para poder entregar algo de ellos al servicio de Dios. Lo que denota todo esto es, la gran disponibilidad y búsqueda de indiferencia de estos jóvenes, así como la confianza en la Compañía como medio para alcanzar a Dios.
Completamos este perfil acercándonos al nivel económico de las familias de estos jesuitas. Por sus respuestas, extraídas de los cuestionarios, de los religiosos españoles, que se encuentran en el primer volumen de la encuesta conservada en el ARSI, podemos advertir que, por lo general, la mayoría, refiriéndose tanto a sus padres como a sus hermanos, gozaba de una “suficiencia de bienes”. En muy pocas ocasiones se expresa la necesidad, al igual que la excesiva riqueza. Aunque no quita que, en algunas ocasiones, aunque afirmando que están libres de cargas, ya que esto sería un impedimento, refieren que la situación familiar es de pobreza. Con todo convergen, por tanto, un conjunto de personas sin aparentemente cargas familiares, con un nivel cultural alto para la época[32] y dispuestas a combinar el estudio con un continuo movimiento.
Para concluir este apartado podemos decir que, la riqueza de este documento es enorme, muchos jesuitas, en distintas etapas y en distintas misiones, de diversas provincias y por lo tanto de variedad de países. Hay respuestas que se repiten o que podemos hacer coincidir, lo que nos permite trazar una línea de esa Compañía que se va enraizando en Europa, y va a cruzar mares y desiertos para entrar en el resto de continentes. Pero quizás, algo por lo que merecería la pena un estudio profundo de este documento es porque, nos ofrece un encuentro personal con muchos de estos religiosos, con su particularidad, su historia, el porqué de su vocación, sus deseos, sus miedos, sus inquietudes, sus familias, en definitiva, su entrega.
El documento del P. Nadal arroja luz para poder conocer a estas personas que, configuraron sus vidas de tal manera que fueron capaces de dar continuidad al proyecto ignaciano. Asumieron la espiritualidad, recibiendo dones a través de los Ejercicios[33], de tal manera que, fueron capaces de salir del mundo para volver a entrar en él. Esto de alguna forma lo prueba todo aquello que consiguió esta generación de jesuitas, fraguada tras la aprobación de la orden, durante las postrimerías del XVI y los comienzos del XVII, que supieron estar prestos para acudir a los campos de misión, a la vez que provocaban un impacto cultural a tantos niveles y por tantos lugares, elevando a la Compañía de Jesús a una posición privilegiada, junto a las ordenes religiosas más destacadas de la Iglesia.
5 Conclusión
“Después en Malaca me dieron muchas cartas de Roma y de Portugal y son tantas las veces que las leío, que me parece que estoí yo allá o vosotros charíssimos hermanos, acá do yo estoí, y si no corporalmente saltem in spíritu”.[34]
La encuesta que realiza Jerónimo Nadal es una forma original de construir el espíritu de cuerpo, tanto de forma horizontal como vertical. En una Compañía joven, de alguna manera naciente, únicamente habiendo pasado 20 años de su aprobación por Pablo III, Nadal es enviado por Laínez, recién elegido general de la orden, para realizar unas visitas canónicas que de alguna forma establecieran el modo en que se tendría que entender lo que hoy llamaríamos: nuestra vida y misión, nuestro modo de proceder, nuestra identidad…De estas visitas nos quedan las conocidas pláticas, estas han de ponerse en paralelo de la colecta o cuestionario que Nadal iba realizando a los miembros de cada casa. Ya que el fin de las visitas siempre fue doble, dar a conocer lo que era la Compañía por medio de instrucciones y conocer a la Compañía por medio de sus miembros ya admitidos. Ese saber los unos de los otros es lo que consolido el futuro, dando continuidad y sucesión al proyecto ignaciano.
A nosotros hoy, la colecta del P. Nadal nos aporta unos datos que nos permiten reconstruir a los jesuitas de los primeros tiempos y las claves del establecimiento de la orden. Esto es de vital importancia ya que en los comienzos se nos ofrece lo genuino. Donde podemos encontrar las llaves para la permanencia y la adaptación en el tiempo. La historia en este sentido tiene una palabra crucial para guiarnos en esta empresa. Acercarnos a la vida de estos jesuitas de los primeros tiempos, conocerlos, pasar la mirada sobre sus inquietudes, su situación y sus motivaciones, este saber los unos de los otros, puede ayudarnos no solo a comprender la Compañía de Jesús hoy, sino también a seguir construyéndola.
La última Congregación General de la Compañía de Jesús[35], la número treinta y seis en sus casi quinientos años de historia, le ha querido dirigir un mensaje a aquellos jesuitas que, encontrándose en las fronteras, viven situaciones de violencia y de guerra[36]. En esta carta cargada de sentimiento, la Congregación tiene unas palabras en las que le recuerda a estos religiosos que no están solos y expresa el deseo de que el resto de la Compañía reciba noticias de su situación, así como los jesuitas intentaran hacerles llegar las nuevas de las otras partes del mundo.
La intención de este mensaje no es otra que producir la unión de ánimos, algo que como vemos está muy presente desde la primera Compañía. A través de cartas y de encuentros, los jesuitas a lo largo de los siglos han ido poniendo en común sus logros y sus fracasos, sus consolaciones y sus sufrimientos, su vida. Con la idea de que esto les unía entre ellos formando un cuerpo cuyos miembros han estado desde el comienzo repartidos a lo largo del mundo. La encuesta del P. Nadal entiendo se inscribe dentro de ese deseo de querer estructurar la orden combinando, la explicación de la norma con el conocimiento de los individuos. Es cierto que no es un conocimiento abierto que, les permitiera a todos conocer las respuestas que habían dado sus compañeros, pero es una dinámica que motiva a los jesuitas hacia una apertura personal, que le permite al mallorquín intervenir o ajustar su parecer, poniendo carne en lo que antes solo era tinta y papel.